sábado, 8 de agosto de 2009

EL CRISTO AGUAFIESTAS

QUERIDA JOVEN QUE OPINAS DE ESTE ARTÍCULO?... ESPECIALMENTE PARA TÍ

Quisiera decir a los jóvenes una palabra valiente y segura en relación con lo que más les interesa, que es la felicidad; hablarles de algo que a muchos les da vergüenza mencionar. Les podría decir muchas cosas, pero quiero decirles algo que considero lo más importante en su vida, les voy a hablar de una persona, de la persona que más les estima, que más les aprecia y les quiere más que a nadie en este mundo: Jesucristo.
Se suele pensar, sobre todo entre los jóvenes, que Cristo es un "aguafiestas". ¿Por qué? Porque prohibe todo a los jóvenes: diversiones, amor; y les dice: "no hagas esto, no hagas aquello, y lo de más allá". Un Cristo antipático, negativo. Ante Él, los jóvenes, que gustan de vivir la vida en grande, piensan: "Cristo no nos interesa, no es para nosotros, en la juventud no se puede ser cristiano". Pero eso no es cierto, ¡no es cierto!
Cristo prohibe solo lo que te hace daño, el pecado, el mal de tu vida, lo que mata las ilusiones y hace envejecer prematuramente. No prohibe que te diviertas, pide que lo hagas sanamente, y así te diviertes más y mejor. No te prohibe amar, Dios es el Amor con mayúscula, no puede prohibírtelo, al contrario, puedes y debes amar de verdad, pero según las reglas del juego, no trampeando, no abusando sino respetando el amor. ¡Qué fácil y qué difícil! Fácil porque todos sienten el amor y difícil, porque el verdadero amor es lo contrario del egoísmo, y todos estamos llenos de egoísmo, hasta la coronilla de la cabeza.
Cristo te pide que en todas partes vayas en gracia de Dios. Vivir en gracia es lo contrario de vivir en pecado, es ser amigo suyo. En la calle y en gracia de Dios, en las diversiones y en gracia de Dios, con las niñas y con los niños pero en gracia de Dios. Por lo tanto, Cristo no te prohibe nada de lo que legítimamente debes tener en la juventud, al contrario, quiere que seas un joven alegre, y cuanto más alegre, mejor. Pero, es más, solo Cristo puede dar auténtico sentido y valor a tu juventud.
Sin Cristo no eres feliz sino a cuenta gotas, no te realizas plenamente. Podríamos hablar de borracheras de felicidad, pero que luego dejan amargura y decepción. Nada en la vida llega a llenarte plenamente. Como decía aquel que lo experimentó: "Nos has hecho, Señor, para Tí y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en Ti".
Juventud sin Cristo, es igual a juventud sin alma; juventud en pecado, negra juventud; juventud en gracia, juventud con Cristo: son los mejores años de la vida. Con Cristo se vive mejor, mucho mejor, con alegría y paz en el alma; es una alegría de mayor calidad que la pura alegría exterior. Es el mejor shampoo porque rejuvenece desde dentro, no solo la piel. Unos ojos, que denotan la presencia de Dios, son infinitamente más hermosos.
¿Quieres probar la verdad de todo esto? Te invito a hacerte amigo del mejor amigo, que perdona siempre, que olvida y es siempre fiel. A tu edad se puede vivir así, en amistad con Dios aunque con luchas y caídas, porque se puede si se quiere.
No hay derecho a que los jóvenes traicionen a Cristo, no hay derecho a que vivan una juventud triste y sin alma; Cristo es la persona que más te quiere en el mundo, lo que más necesitas en tu juventud para resolver tus problemas interiores. Para no echarte a perder en estos años tan importantes, que pueden ser los más hermosos o los más tristes de tu vida.
Para vivir con alegría como deben de vivir los jóvenes, ¿Dónde encontrar este amigo? Ya los sabes, en los Sacramentos: En la confesión encuentras a ese Cristo que cura, que perdona, que olvida; en la Comunión, ese Cristo que da fuerza, que alimenta, que ama; en el Sagrario de cualquier Iglesia ahí te espera: "Venid a mi todos los que andáis con problemas y dificultades y yo os ayudaré".
Yo digo que es la persona que más te quiere en el mundo. Por tí se hizo hombre, por tí nació en una cueva, pobrísimo, en un pesebre de animales; durante 30 años quiso trabajar con sus manos ganando el pan de cada día, murió en una cruz para salvarte.
¿Tú buscas la felicidad, el amor, la alegría, la vida? ¿Será cierto que Cristo tiene todo eso para tí? ¿O, será una mentira? No sé cuántos se atreven a hablar a los jóvenes de Cristo. Yo sí me atrevo, para mí es lo más grande, es el mensaje más grande que se le puede dar a un joven.
¿Quién ha hecho feliz a más hombres y mujeres que Jesús? ¿A quién han seguido más millones que a Jesús de Nazaret? ¿Cristo un aburrido, Cristo un aguafiestas? No sabes lo que estás diciendo.

Autor: P. Mariano de Blas, LC
Tomado del Libro
DE PASO POR LA VIDA;con permiso de autor

LA FAMILIA, ESCUELA DE VALORES

La familia, núcleo de la sociedad, es escuela de valores donde se educan, por contagio, todos los que la integran

La familia, núcleo de la sociedad, es escuela de valores donde se educan, por contagio, todos los que la integran. Es en la familia donde se crean vínculos afectivos, donde se quiere a cada uno por lo que es, con cualidades y defectos. Nuestra familia es el espacio de la intimidad. Somos conocidos totalmente, no necesitamos de ningún ´´curriculum´´ para que nos aprecien. Esto influye para que sea el ámbito propicio, donde, gracias a la convivencia, se aprendan unos valores que perduran siempre. Todos los padres queremos que nuestros hijos sean felices. Los hijos lo serán en la medida que vean que sus padres lo son. La mejor referencia es la vida de los padres. Reflexionaremos sobre algunos puntos que son primordiales para la vida cotidiana.El primer gran valor que deberán aprender será saber amar porque, cuando hemos aprendido a amar, lo hemos aprendido todo. Amar conlleva muchos valores: olvido personal, generosidad, fortaleza, flexibilidad, comprensión, etc. Teresa de Calcuta nos recuerda que ´´amar es no parar´´. Podemos hacerle caso y repartir afecto a todos los de la familia. El afecto da seguridad y la seguridad da autoestima y, con autoestima, es mas fácil interiorizar los valores que los progenitores quieren transmitir.También saber perdonar de todo corazón, no acumulando reproches. Pasar por alto cambios de humor. No recordar continuamente los agravios recibidos. Enseñar a perdonar es colaborar a la paz. El rencor y la venganza sólo ayudan a destruir. El perdón es un punto esencial para ayudar a vivir la solidaridad y el respeto por los demás. El matrimonio que sabe olvidar, que deja el amor propio en el bolsillo y no se enoja, enseña a perdonar a sus hijos. Un ambiente de serenidad, de no criticar a nadie, de saber disculpar, es de gran ayuda para la integración social de los hijos.Los padres somos el espejo de convicciones donde se reflejan nuestros hijos. Por esto hemos de ser coherentes con lo que decimos y hacemos. Jesús Urteaga en su libro Dios y la familia, nos dice: ´´Espero mucho más de padres mudos y santos, que no de predicadores y sermoneadores que no hacen lo que dicen´´. Repetir demasiado los consejos puede resultar aburrido y poco motivador para los hijos. El testimonio es la clave para la transmisión de valores. Estos valores se transforman en virtudes por el esfuerzo personal y la gracia que se recibe de Dios.De bien pequeños, y también después del uso de razón, aprenden los niños del modelo que presentan sus padres y aprenden a distinguir, cuando hay orden, lo que es correcto. Por parte de los padres es primordial la creación de hábitos. Los hábitos buenos conducirán a las virtudes, así como los malos conducirían a los vicios. ´´El orden exterior ayuda a construir el orden interior´´, escribe Juan Valls Julià en su libro El desarrollo total del niño. Es también cierto que, para una familia cristiana, el orden ideal será hacer vivir las virtudes humanas teniendo siempre presente a Dios.Finalmente, valorar el trabajo. El trabajo bien hecho conlleva una serie de virtudes: humildad, espíritu de servicio hacia los demás, prudencia, constancia, lealtad, laboriosidad, etc.Los padres somos los protagonistas de estas breves reflexiones. Cada familia tiene su estilo y se planteará qué valores quiere transmitir. Estos se irán contagiando por osmosis si nos esforzamos en vivir con alegría y constancia las cosas pequeñas sin quejarnos. No se trata de hacer cosas grandes, sino de actuar empezando por nosotros mismos. Por último, dar gracias por todo y a todos para enseñar a los hijos el agradecimiento. Todo con paciencia se puede llevar a buen término. Recordemos al poeta Rabindranath Tagore: ´´No es el martillo el que deja perfectas las piedras, sino el agua con su danza y canción´´.
Autor: Victoria Cardona, educadora familiar Fuente: e-cristians.net

LA FAMILIA COMO EDUCADORA EN LOS VALORES HUMANOS Y CRISTIANOS

Conferencia que pronunció en el día de la inauguración del del Congreso Teológico Pastoral del VI Encuentro Mundial de la Familia, sobre los valores que hay que descubrir y redescubrir en el matrimonio y la familia

Introducción: un trastorno de los valores a las proporciones vastasEl matrimonio y la familia se han convertido en nuestra época en un campo de batalla cultural dentro de las sociedades secularizadas donde una visión del mundo sin Dios intenta suplantar la herencia judeocristiana. Desde algunas décadas, los valores del matrimonio y de la familia sufrieron asaltos repetidos que causaron daños graves en el plano humano, social y religioso. A la fragilidad creciente de las parejas se añadieron los problemas graves y educativos ligados a la pérdida de los modelos paternos y a la influencia de corrientes de pensamiento que rechazan los mismos fundamentos de la institución familiar. El trastorno de los valores alcanza la identidad misma del ser humano, más allá de su fidelidad a un orden moral. Reina en lo sucesivo una confusión antropológica sutilmente mantenida por un lenguaje ambiguo que impone al pensamiento cristiano un trabajo de desciframiento y de discernimiento [1]. La crisis que atraviesa la humanidad actual se revela siendo de orden antropológica y no solamente de orden moral o espiritual.
En Occidente, por ejemplo, las filosofías del constructivismo y del género [2] (gender theory) desnaturalizan la realidad del matrimonio y de la familia refundiendo la noción de la pareja humana a partir de los deseos subjetivos del individuo, haciendo prácticamente insignificante la diferencia sexual, hasta el punto de tratar de forma equivalente la unión heterosexual y las relaciones homosexuales. Según esta teoría, la diferencia sexual inscrita en la realidad biológica del hombre y de la mujer no influye de modo significante en la identidad sexual de los individuos porque ésta es el resultado de una orientación subjetiva y de una construcción social [3]. La identidad sexual de los individuos no sería un dato objetivo inscrito en el hecho de nacer hombre o mujer sino más bien un dato psico-social construido sobre las influencias culturales sufridas o escogidas por los individuos.Bajo la presión de estas ideologías a veces abiertamente anticristianas, ciertos Estados proceden a legislaciones que vuelven a definir el sentido del matrimonio, de la procreación, de la filiación y de la familia, sin consideración para las realidades antropológicas fundamentales que estructuran las relaciones humanas [4]. Varias organizaciones internacionales participan en este movimiento de destrucción del matrimonio y de la familia en provecho de ciertos grupos de presión bien organizados que persiguen sus propios intereses en detrimento del bien común. Total, un trastorno de los valores de vastas proporciones toca el amor humano, la vida, la familia y el puesto de la religión en la sociedad.La Iglesia católica critica fuertemente estas corrientes culturales que obtienen demasiado fácilmente el apoyo de los medios modernos de comunicación. Gracias a la clarividencia de los papas contemporáneos, la Iglesia reafirma los valores tradicionales del matrimonio y de la familia en la línea novadora del Concilio Vaticano II. Siguiendo el sínodo romano de 1980 sobre la familia, la Exhortación apostólica Familiaris Consortio propone una gran carta de la familia fundada sobre la creación del hombre a la imagen de Dios y sobre el sacramento del matrimonio. Esta gran carta pastoral culmina por un llamamiento del papa Juan Pablo II: "¡Familia, sé lo que eres! ": una comunidad de vida y de amor, una escuela de comunión, una Iglesia doméstica.Este llamamiento queda más que nunca actual 29 años más tarde, y nos pone de nuevo frente a la misión esencial de la familia: "la esencia de la familia y sus deberes son definidos por el amor, escribe el papa. Es por eso que la familia recibe la misión de guardar, de revelar y de comunicar el amor, reflejo vivo y participación real del amor de Dios hacia la humanidad y del amor de Cristo Señor hacia la Iglesia su Esposa " (FC 17). Esta declaración solemne de Juan Pablo II introduce la tercera parte de este documento que prolonga la línea renovadora de la Constitución pastoral Gaudium y Spes. Ésta define el matrimonio como una unión personal en la cual los esposos se dan y se reciben recíprocamente (GS 48). Definiendo la esencia de la familia y su misión por el amor y no primero por la procreación, el papa no hace una concesión dudosa a la mentalidad contemporánea. Pretende alcanzar "las raíces mismas de la realidad" (FC 17), afirma la continuidad interna entre el amor personal de los esposos y la transmisión de la vida. Su postura marca una etapa importante hacia una refundición personalista de la doctrina cristiana del matrimonio y de la familia. Coloca los tres valores tradicionales del matrimonio, la procreación, el amor fiel y el significado sacramental, en el eje del amor conyugal fecundo y ya no en el de la procreación como finalidad distinta [5]. Me parece importante prolongar este desarrollo doctrinal ahondando más en la dimensión cristológica y sacramental del matrimonio con el fin de volver a lanzar la misión educativa de la familia cristiana a partir de los valores del sacramento todavía por descubrir y de los valores del amor conyugal establecidos desde el origen de la creación pero que están por redescubrir a la luz del Cristo y frente al gran desafío contemporáneo [6].Valores que hay que descubrirDigamos en primer lugar, de modo general que las circunstancias actuales evocadas más alto incitan a la familia cristiana a una toma de conciencia fundamental: sólo el encuentro personal y auténtico de Cristo Redentor puede permitirle aceptar el desafío de la educación a la vida cristiana y a los valores humanos que se relacionan con ella. Al principio del tercer milenio, el Papa Juan Pablo II exhortó la Iglesia a partir de nuevo de Cristo, La cabeza y El esposo de la Iglesia [7]. Partir de nuevo de Cristo como el fundamento de un arranque renovado hacia la santidad para todos, en cada estado de vida. Este llamamiento concierne en primer lugar a los esposos que procuran responder a su vocación de bautizados casados [8] en el seno de una familia. Necesitan para alcanzarlo, una espiritualidad personal y eclesial apropiada que va más allá de la presentación tradicional de los valores del matrimonio y de la familia, con predominio moral y jurídico.Partir de nuevo de Cristo significa concretamente profundizar en el sacramento que es el bien supremo del matrimonio según santo Agustín. El obispo de Hipona resumió la doctrina del matrimonio definiendo tres bienes esenciales del matrimonio, la fidelidad (fides), la procreación (proles) y la indisolubilidad (sacramentum). Mientras que la fidelidad y la procreación echan raíces en la dimensión natural del matrimonio, el sacramento pertenece más explícitamente a su dimensión sobrenatural. Ésta ofrece un buen punto de partida para una espiritualidad del matrimonio y de la familia que sea significante para sus miembros y al mismo tiempo fecunda para la Iglesia y la sociedad. Veamos sus fundamentos a partir 1) del horizonte cristocéntrico global, 2) del acto de consagración matrimonial y 3) de la gracia que emana de ella para los esposos y para la Iglesia. 4) los valores educativos serán identificados a partir de estos fundamentos.El sacramento del matrimonio como encuentro con CristoUn primer valor que hay que descubrir es el lugar de la fe en el pacto de alianza de los esposos y el impacto que tiene o debería tener en su vida. Cuando la fe de los esposos es vivida como un encuentro personal con Cristo, confiere a su amor una dimensión teologal que bonifica toda su vida matrimonial. Porque el matrimonio no es una realidad puramente natural, completa y suficiente en él misma, a la cual Cristo sólo aportaría una ayuda extrínseca para que alcance mejor su propia finalidad. El matrimonio existe desde los orígenes de la creación con vistas a Cristo y con vistas a su gracia redentora que instaura una plenitud de sentido para el amor conyugal y familiar.La Constitución pastoral Gaudium y Spes del Concilio Vaticano II optó por una refundición de la doctrina del matrimonio en esta perspectiva cristocéntrica. Mientras que la teología moderna, tributaria de una visión extrínseca de la relación entre la naturaleza y la gracia, presentaba el sacramento del matrimonio como una elevación de la naturaleza, el Concilio lo presenta como un encuentro con Cristo y una amistad con él. "Así como Dios antiguamente se adelantó a unirse a su pueblo por una alianza de amor y de fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por medio del sacramento del matrimonio. Además, permanece con ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como El mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella"(GS 48).De donde la importancia de la celebración sacramental del matrimonio que simboliza este encuentro de los esposos con Cristo y que inaugura toda una vida de amistad con él en el corazón mismo de la vida conyugal y familiar. Esta celebración inaugura al mismo tiempo la misión eclesial de la pareja y de la familia, la misión de servicio con respecto a la sociedad por la procreación y la educación, pero primero y ante todo una misión de servicio con respecto al amor de Cristo para la Iglesia que asume la realidad humana del matrimonio entre los sacramentos de su Reino.Esta perspectiva cristocéntrica y eclesial se inscribe en el giro iniciado por Henri de Lubac en nuestra época para restaurar una comprensión a la vez más tradicional y más unificada de la relación entre la naturaleza y la gracia. Según él, el hombre tiene sólo una sola finalidad, sobrenatural, que es incapaz de alcanzar por el mismo. Allí está su paradoja y su nobleza que hace decir a santo Tomás de Aquino que el hombre es un ser que, por su naturaleza racional, aspira a la visión de Dios (Desiderium naturale visionis) [9]. Abierto al infinito a causa de su dimensión espiritual, el hombre aspira naturalmente a la visión de Dios. Es, como imagen de Dios, una libertad finita en busca de la Libertad infinita. Vaticano II expresó esta verdad paradójica diciendo que "En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado" (GS 22). El hombre y la mujer casados, como "comunidad de vida y de amor", aspiran a esta plenitud de sentido que le es prometida y que el sacramento ya les hace entrever y experimentar en la Iglesia.El matrimonio como consagración y misión eclesialAvancemos un paso más para descubrir la dinámica profunda del sacramento a partir del acto de fe que lo funda. Cuando dos bautizados se casan en la Iglesia, el don del sacramento está hecho simultáneamente a la pareja y a la Iglesia, porque en todos sus dones sacramentales, Cristo ama la Iglesia y hace de sus hijos, con ella y por ella, testigos de la salvación. Por el don del sacramento del matrimonio, Cristo confiere a los esposos una gracia que los une, que los cura y los santifica en su vida de amor. Pero hay más. Por el don del sacramento, Cristo los consagra como testigos de su propio amor para la Iglesia. Tal vocación sacramental supone evidentemente la fe, el acto de fe que funda el sacramento. "El matrimonio cristiano debe ser interpretado desde el principio a partir de lo alto, escribe Hans Urs von Balthasar, es decir a partir del acto cristiano que le funda. Este acto es el de la fe cristiana, que cuando está vivo incluye siempre el amor y la esperanza, y es el fundamento sobre el cual reposa el don mutuo de los conyugues. Es un acto que va directamente e inmediatamente a Dios, un voto de fidelidad a Dios porque Dios se manifestó primero por sus promesas y sus revelaciones como el eterno Fiel, en quien se debe creer, en el que se debe confiar y a quien se debe amar. El voto de fidelidad al esposo es pronunciado dentro de este voto de fidelidad a Dios" [10].Según el gran teólogo de Basilea, el intercambio de los consentimientos entre los esposos cristianos tiene pues una dimensión intrínsecamente teologal que resuena en todas las dimensiones de su unión. Balthasar persigue: "Es el acto de fe de ambos conyugues del matrimonio que se encuentra en Dios y que a partir de Dios, fundamento de su unidad, testigo de su lazo y garantía de su fecundidad, se vuelve conformado, asumido y restituido. Es Dios quien, en el acto de fe, da los esposos uno a otro dentro del acto cristiano fundamental de ofrenda de sí. Es a Él a quien ambos se ofrecen juntos, es de Él que se reciben de nuevo en un don de gracia, de confianza y de exigencia cristiana" [11].Este texto de extrema densidad propone un giro teológico radical en la comprensión del sacramento del matrimonio, que puede fundar una espiritualidad renovada para este estado de vida. A la perspectiva acostumbrada antropocéntrica donde los esposos aparecen como los primeros protagonistas de su consentimiento mutuo, vemos más profundamente aquí que el acto subyacente de fe de su don incluye su intercambio en el acto fundamental de entrega de sí a Dios. Porque se casan como bautizados, en Cristo, depositan su amor en las manos de Cristo, que los devuelve el uno al otro, los bendice y los gratifica con una efusión especial de su Espíritu (FC 21). Desde ahora en adelante se querrán con toda la fuerza de sus sentimientos personales, pero también en la fuerza del Espíritu que los inviste de una misión de amor de naturaleza eclesial.La dimensión teologal de este sacramento, vista a partir de su acto constitutivo, es llamada a desarrollarse y a penetrar todos los aspectos de la vida conyugal y familiar. Da valor al socio divino que está comprometido en la unión de los esposos y que quiere fecundar de todas las maneras su comunidad de vida y de amor. ¿Cómo ayudar a las parejas a prepararse para un tal acto de consagración de su unión y a vivir sin interrupción el acto de fe que se los da a Dios dándose el uno al otro? ¿Cómo educar a los esposos y los futuros esposos para que su encuentro del Cristo los lleve a vivir su unión como una misión recibida de él en la Iglesia y no sólo como una búsqueda personal de felicidad? Estas cuestiones invitan a desarrollar más precisamente los efectos eclesiales del sacramento y a explorar las potencialidades educativas.El significado doble, eclesiástico y antropológico, del don sacramentalEl sacramento del matrimonio añade una participación a dos, como pareja, a la vida divina que es dada en todo sacramento, "hasta tal punto que el efecto primero e inmediato del matrimonio (res y sacramentum) no es la gracia sobrenatural misma, sino el lazo conyugal cristiano, una comunión típicamente cristiana porque representa el misterio de encarnación de Cristo y su misterio de alianza " (FC 13).Según este pasaje de Familiaris Consortio que recoge la doctrina común de la Iglesia, el primer efecto del sacramento sella de modo indisoluble la pertenencia de los esposos uno a otro, por un don mutuo que trasciende sus fluctuaciones emocionales. Este sello sacramental une a ambas personas indisolublemente en virtud del amor de Cristo que se compromete con ellos y los requiere para representar su propio misterio de alianza. El lazo conyugal constituye la base de la dimensión eclesial del sacramento. Por este lazo los esposos forman una nueva unidad, una pareja sacramental, que constituye la célula de base de la sociedad y de la Iglesia.Este lazo sacramental significa que el amor divino se desposa con el amor conyugal y lo compromete al servicio de su misterio de Alianza con la humanidad. Esto significa, antropológicamente, que en el momento en el que los esposos se consagran su amor, simultáneamente son bendecidos y como desapropiados. Su vida común, habitada por el Espíritu Santo, será un signo de la fidelidad de Dios hacia su pueblo, una fuente de la fecundidad espiritual y humana de la Iglesia, Esposa del Cristo. "Por el sacramento, toda pareja se casa con el Cristo " escrito Paul Evdokimov. El compromiso de los esposos, uno con el otro, siendo primero y ante todo un compromiso con respecto a Cristo, Éste sale fiador, a cambio, con los socorros necesarios para superar sus debilidades, para curar sus heridas y perfeccionar su amor en todas sus manifestaciones humanas y espirituales. "Desempeñando su misión conyugal y familiar con la fuerza de este sacramento, penetrados por el espíritu de Cristo que impregna toda su vida de fe, de esperanza y de caridad, alcanzan cada vez más su perfección personal y su santificación mutua: así es como juntos contribuyen a la glorificación de Dios " (GS 48).En el corazón del sacramento del matrimonio, Cristo ejerce pues una verdadera mediación nupcial, simbolizada por su presencia en Caná [12] que despliega el horizonte trinitario de la espiritualidad conyugal y familiar. Como lo expresa audazmente el Concilio, "el amor auténtico y conyugal es asumido en el amor divino" (GS 48) y es integrado por la gracia redentora de Cristo en las relaciones de Alianza de la Trinidad Santa con mundo. Porque, en virtud de la unión hipostática de Cristo que funda la alianza sacramental de los esposos, su amor mutuo es asumido en el intercambio entre las Personas divinas y se hace función de este intercambio. El Padre y el Hijo se glorifican mutuamente en al amor de los esposos y de la familia a la que bendicen y santifican por el don de su Espíritu. De donde un ensanchamiento infinito de su horizonte espiritual y de su resplendor sacramental. El amor fecundo de los esposos cristianos y las relaciones familiares que proceden de allí se hacen el santuario del Amor trinitario, el signo sagrado de un Amor divino encarnado que se ofrece al mundo humildemente por su comunidad de vida y de amor vivida segun la imagen de la Sagrada Familia de Nazareth.La Iglesia domestica, escuela de evangelio y de valores humanosEn esta perspectiva trinitaria y cristocéntrica, la dimensión eclesial del matrimonio pasa al primer plano y se vuelve englobante mientras que permanecía antes limitada y marginal. De hecho, por la gracia del sacramento del matrimonio, los esposos cristianos están constituidos miembros de la primera célula de la Iglesia, llamada con razón en el Concilio "iglesia doméstica" [13]. Desarrollada abundantemente por la Exhortación apostólicaFamiliaris Consortio esta perspectiva adquiere entonces oficialmente derecho de ciudad sin no obstante que este documento establezca plenamente la eclesialidad de la familia. Porque, según los términos del FC, la familia, comunidad "salvada" se hace una comunidad "que salva" (FC 49) pero su "participación a la vida y a la misión de la Iglesia" (FC 49-64) es todavía pensada de modo un poco extrínseco en referencia a las actividades específicas de evangelización y de culto. Mientras que es todo el ser de la pareja en todas sus dimensiones quien es eclesial, ya que Cristo asume el amor humano en su amor divino para hacer de él un sacramento de su relación nupcial con la Iglesia (GS 48).Por el matrimonio sacramental, los esposos son solamente una imagen de la Iglesia, son verdaderamente constituidos "una iglesia en miniatura" dotada de propiedades de la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Encontramos allí en efecto la comunidad de vida, el sacerdocio bautismal, la caridad, la evangelización y el culto. Estas dimensiones constitutivas confieren a la pareja una realidad eclesial auténtica y esencialmente misionera, a ejemplo de la gran Iglesia cuya célula de base es.En esta luz, percibimos mejor la belleza y la importancia de la misión educativa de los esposos. Por la gracia de Cristo, son una fuente de vida, de crecimiento, de educación y de servicio; su unión se hace en un sentido amplio un sacramento de la paternidad divina y de la filiación divina en la fecundidad del Espíritu Santo. Santo Tomás pudo comparar la sublimidad del ministerio educativo de los padres cristianos al ministerio de los sacerdotes: "Algunos propagan y mantienen la vida espiritual por un ministerio únicamente espiritual, y esto le toca al sacramento del orden; otros lo hacen para la vida a la vez corporal y espiritual, y esto se realiza por el sacramento del matrimonio, en el cual el hombre y la mujer se unen para engendrar a los niños y enseñarles el culto de Dios" [14]."¡ Familia sé lo que tú eres! " repetía con fuerza Juan Pablo II, el Papa de la familia. sé lo que tú eres: una célula de la Iglesia, un santuario del Amor, una escuela de evangelio y de valores humanos, la esposa de Cristo. Es solamente en la conciencia de esta luz que viene del encuentro con Cristo que la familia puede hoy cumplir su misión de educadora de los valores humanos y cristianos. Sé lo que tú eres: "haz de tu casa una Iglesia" repetía a sus fieles san Juan Crisóstomo.En corolario de estas consideraciones teológicas, ciertos valores educativos que hay que promover vuelven a salir al primer plano. En primer lugar, una educación a la vida teologal de fe, esperanza y caridad, que debe preparar a los esposos a su matrimonio para que su unión conyugal y familiar sea fundada sobre la roca de la palabra de Dios y no sólo sobre la arena movediza de sus sentimientos, tan sinceros sean. Una vida profunda y teologal implica la conciencia viva esposos de lo que significa el bautismo como la pertenencia a Cristo y a la Iglesia; implica también una vida intensa de oración, alimentada de la Eucaristía y periódicamente renovada por el sacramento de penitencia. La vitalidad de la familia, Iglesia domestica, depende de su coherencia sacramental que le asegura su apertura a Dios y su apertura apostólica. Esta vitalidad crece o decae según la fidelidad de la pareja y de la familia a su pertenencia eclesiástica.De donde la importancia de ciertos encuentros familiares y eclesiales que alimentan la espiritualidad de la Iglesia doméstica. A los grandes encuentros familiares de Navidad y de Pascua, se añade muy naturalmente la misa dominical en familia, preparada posiblemente por una catequesis y seguida por la comida semanal festiva. Ciertos grupos religiosos contemporáneos restauran estas bellas tradiciones como un signo profético que una nueva primavera de la Iglesia comienza en las familias. Estos tiempos fuertes de vida común refuerzan la unidad de la familia y el sentido de pertenencia a la comunidad, contra las tendencias culturales dominantes al individualismo y a la dispersión. Cualesquiera que sean las limitaciones de la vida moderna, una familia cristiana debe escoger conscientemente y fuertemente no abandonar el valor inestimable del domingo como día de descanso, de oración y de vida familiar. Una familia que respeta y honra el día del Señor por la escucha de la Palabra de Dios en el seno de la Asamblea dominical lleva un mensaje profético al mundo de hoy. Agradeciéndole a Dios por su pertenencia a la familia de Dios, testimonia en Iglesia de su Alianza con Cristo para la edificación de una civilización del amor.La familia cristiana cumple también su misión de educadora por su apertura a la sociedad y al apostolado. La acogida, la hospitalidad, el reparto y la ayuda mutua son rasgos característicos de la espiritualidad familiar que manifiestan el Espíritu de amor que lo anima. La apertura a Dios que demuestran los esposos por la santidad de su vida se prolonga por la apertura misionera a la sociedad. Aunque la misión de la Iglesia doméstica comienza en primer lugar con el ser de la familia, con la comunión de las personas, el don de la vida y la educación de los niños, se prolonga sin embargo muy naturalmente por el apostolado cerca de otras familias o en otro brillo(influencia) sobre la sociedad que es compatible con su primera misión. Su apertura apostólica testimonia el Amor trinitaire que le habita y le arrastra(se le lleva) en compartir la buena noticia del Amor que se hace carne.
Encuentro Mundial de las Familias 2009]

DIOS VS. EL MONO

Que te dice hoy?...

La política y la religión siempre han formado parte de la controversia que abrió Darwin con sus teorías. Pero en Estados Unidos, la discusión sigue tan viva como hace 150 años.


En pleno siglo XXI, más de 100 años después del fin de la Inglaterra victoriana, el debate entre evolucionismo y creacionismo sigue vivo en Estados Unidos, donde permanece en la agenda de las cortes, los órganos legislativos estatales y los distritos escolares. El asunto, sin embargo, se sale del campo de la ciencia para entrar en el de lo exótico. Para el doctor John van Wyhe, investigador del Christ College de la universidad de Cambridge (la misma escuela donde Darwin desarrolló su interés por las ciencias naturales) en Inglaterra, como en otros países, la controversia estadounidense entre evolución y creación es visto con una mezcla de sorpresa y de risa.
Van Wyhe, quien también dirige el proyecto Darwin Online, que recopila toda la información sobre el científico inglés, afirma que el problema en Estados Unidos está en las políticas escolares. El académico dice que "se supone que allí hay una separación entre las iglesias y las escuelas estatales. Ahora intentan ponerles otra etiqueta a las creencias religiosas bajo el nombre de 'diseño inteligente', que es algo ideado por los creacionistas".El diseño inteligente no niega abiertamente la evolución, pero afirma que los procesos en la naturaleza no se dieron mediante fases no dirigidas, como la selección natural darwiniana, sino por la intervención divina. El problema no consiste tanto en que se desafíen aspectos de lo propuesto por Darwin, sino que la oposición surge más desde la fe que desde la ciencia. Aunque los defensores del diseño inteligente suelen declarar que no parten de un punto de vista cristiano, no es coincidencia que quienes más lo defiendan sean esos grupos religiosos. Sin embargo, Iglesias cristianas como la católica y la anglicana no tienen problemas con Darwin, pues reconocen que en sus postulados no se excluye la presencia de Dios. Los anglicanos, contradictores de Darwin en el siglo XIX, preparan una disculpa póstuma al científico. La Corte Suprema estadounidense declaró inconstitucionales las leyes federales que obligaban a enseñar el creacionismo en las escuelas públicas. Pero, como dice Glenn Branch, subdirector del Centro Nacional para la Educación de la Ciencia, una entidad privada promotora del evolucionismo, a pesar de la separación entre Iglesia y Estado, existen zonas grises que son aprovechadas para promover leyes estatales que dejan abiertas las puertas a quienes quieren que el Génesis se enseñe en oposición al Origen de las especies. El tema no tiene un tinte científico, sino político y religioso. "No sé si los legisladores son ignorantes, si no les importa o si lo hacen para satisfacer a un sector del electorado, pero algunos son más sutiles que otros", dice Branch, a propósito de una ley estatal aprobada en el estado de Louisiana en junio de 2008. Tales sutilezas se notan en el texto de la ley que dice fomentar "las habilidades de pensamiento crítico, análisis lógico y una discusión abierta y objetiva de las teorías científicas estudiadas". Y como para los interesados el diseño inteligente es una teoría científica, la posibilidad de compararlo con Darwin se vuelve una realidad.En Estados Unidos hay cerca de 15.000 distritos escolares que son autónomos y que en muchos aspectos no dependen de una política central de educación. "El Presidente puede marcar la pauta y dar declaraciones, (Bush) dijo que a los estudiantes se les debería enseñar la evolución y el diseño inteligente. Ahora Obama ha dicho que la ciencia sería llevada a su lugar apropiado", dice Branch. Su esperanza es que el discurso del nuevo Presidente inspire a las escuelas y evite que la ciencia pierda terreno frente a la religión en un país que se precia de sus avances científicos y tecnológicos.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Catequistas deben encontrarse con Cristo y anunciarlo

El catequista debe ser puente para que muchas personas conozcan a Cristo y su mensaje

Durante su homilía por la inauguración del V Congreso Nacional de Catequesis, Mons. Ricardo Centellas, obispo auxiliar de la diócesis de Potosí, llamó a los catequistas a vivir la experiencia de encontrarse y conocer a Cristo. El prelado recordó que si bien la labor del catequista es importante, esta no debe ser central sino lo que debe primar es ser el puente para que muchas personas conozcan a Cristo y su mensaje.
Homilía de Mons. Ricardo Centellas
23 de de julio 2009
Catequistas, representantes de las distintas jurisdicciones de la Iglesia boliviana, hermanos en el sacerdocio. Celebrar esta Eucaristía, esta mesa del Señor para alimentarnos de la mesa de la Palabra de la mesa de la Eucaristía es una ocasión muy especial, porque en primer lugar estamos manifestando esta comunión eclesial, todos juntos en este templo para decirle al Señor que somos instrumentos, somos tus hijos, y queremos trabajar para ti.El hecho de que estemos reunidos juntos de distintas jurisdicciones es una constatación de que somos una sola Iglesia, una comunidad que marcha tras las huellas de nuestro Señor y para marchar mejor como verdaderos discípulos del Señor en cada Eucaristía nos dejamos iluminar y alimentar por su palabra.
En la primera lectura hemos escuchado en este diálogo de Moisés con Dios donde le dice claramente: Ciertamente no puedes verme, pero puedes percibirme mi presencia, puedes darte cuenta a través de los acontecimientos, a través de los hermanos que yo estoy vivo, que camino contigo, que comparto la vida contigo y creo que a lo largo del Congreso el día de hoy hemos reflexionado la presencia de Dios.
Si algo debe preocuparnos como catequistas es precisamente es esta invitación que Dios hace a Moisés, tenemos que preocuparnos para que en nuestra vida de catequistas, en la vida del ministerio de nuestra catequesis haya y hagamos experiencia de Dios, este es uno de los grandes desafíos. Hoy estamos concentrados para orar justamente por eso, para que el Señor nos conceda la gracia de percibir claramente como Moisés, percibir claramente su presencia. Si descubrimos que Dios esta presente en nuestra vida, en la vida de nuestras comunidades, de nuestras jurisdicciones siempre podremos caminar hacia adelante, nadie puede separarnos del amor de Dios, de Jesús si hacemos la experiencia de Dios, eso es espiritualidad.El que entrega su vida por Jesús, por los demás, por el servicio del Reino gana la Vida Eterna. En el Trabajo de la catequesis, en el servicio de la catequesis el catequista no es lo central, en el servicio de la catequesis lo central es presentar a la persona de Jesús, la vida de Jesús, su mensaje, entonces vamos a pedirle el día de hoy al Señor que nos ilumine que constantemente nos oriente para que nosotros en la catequesis pasemos desapercibidos y que sea la persona de Jesús quien mueva todo, quien congregue todo, quien cambie las cosas y la vida para que nuestra catequesis produzca esto que siempre ha proclamado el hombre viva con Dios y se deje iluminar por Dios.
Esta Palabra de Dios que hemos escuchado alimente nuestro ser catequista en el sentido que no podemos crecer, mejorar y avanzar nuestro servicio de catequesis sino hacemos experiencia de Dios y la experiencia de Dios que hagamos - el hecho de percibir realmente que Dios vive con nosotros y camina con nosotros - hará que nuestra catequesis este servicio que se hace a lo largo y ancho de Bolivia produzca discípulos y misioneros, que Él nos bendiga en todo momento y nos ilumine.

¿´CÓMO EVALUAR LA CATEQUÉSIS?


La evaluación del aprendizaje de los alumnos, no consiste sólo en aplicar un examen y poner una calificación.


IntroducciónUn examen de conciencia...


Es un momento para analizar de cara a Dios, y con mucha sinceridad, el desempeño de nuestra vida.
• Es un momento de oración para dar gracias a Dios por todos los beneficios que hemos recibido de Él y examinar cómo hemos vivido Su voluntad, analizando aspectos positivos y negativos, las actitudes internas y nuestra relación con Dios y con los hombres.• Es el momento de pedir confiadamente ayuda al Espíritu Santo para que nuestro amor a Dios crezca y poder dar una mejor respuesta al Amor de Dios.
• Es el momento de hacer un propósito concreto para mejorar aquello en lo que hemos fallado, pidiendo al Espíritu Santo la fortaleza necesaria para lograrlo.

La labor de evaluación debe ser como un examen de concienciaLa evaluación no consiste solamente, como muchos piensan, en aplicar exámenes a los alumnos y llevar el registro de sus calificaciones.
El catequista no debe olvidar nunca, que la evaluación debe ser una actividad de reflexión de cara a Dios, un auténtico examen de conciencia sobre su labor de la enseñanza de la fe, que lo llevará paulatinamente, a un perfeccionamiento y un mayor profesionalismo en su trabajo.Los resultados de las evaluaciones de los alumnos deben llevar al catequista a un análisis profundo sobre su labor como educador en la fe.
Ahora bien, la evaluación debe ser también un proceso sistemático y ordenado que brinde al catequista elementos objetivos para juzgar su desempeño, y que esto lo lleve a tomar decisiones para mejorar su labor como apóstol y educador en la fe.
Es aquí donde reside la riqueza de la evaluación, pues nos ayuda y brinda elementos para poder mejorar.
Este material pretende ser una ayuda práctica en esta labor, brindando medios concretos para poder evaluar sistemática y objetivamente el desempeño tanto del alumno, como del maestro
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CREER Y AMAR


Creer es fácil porque estamos hechos para amar. Amar es posible porque otros se han fiado de nosotros y vivimos gracias a aquellos de los que nos hemos fiado.
Entre el creer y el amar hay una relación tan estrecha, tan íntima, que nos resulta difícil responder a la pregunta: ¿uno ama porque cree, o uno cree porque ama?En efecto: creer, fiarse, dar la propia confianza a otra persona es posible solamente si uno ama, si uno descubre la bondad que el otro encierra.Un hijo se fía ciegamente de su madre porque la ama (y porque se siente profundamente amada por ella). Un esposo confía sin condiciones la economía familiar a su esposa sólo si está profundamente enamorada de ella, hasta el punto de dejar en sus manos los secretos más profundos de su corazón... y de su cartera.A la vez, amamos a los demás cuando somos capaces de renunciar a pedir pruebas y nos fiamos, nos abandonamos a la fe.El esposo o la esposa aman sin tener una total certeza de lo que vaya a ser la vida matrimonial. Un matrimonio que sea simplemente un contrato para estar juntos mientras todo ocurra según lo que a cada uno le parezca bien es la negación más completa del amor. Un hijo que antes de tomar la sopa que le ha preparado su madre (o su padre, pues los maridos cada día aprenden a cocinar mejor...) hace un análisis clínico para comprobar que no tenga veneno no refleja sólo que le falta fe en sus padres, sino también, con toda seguridad, que en esa familia no hay verdadero amor.Hay algunos que dicen que el mundo actual vive una profunda crisis de fe, que casi no es posible creer en el siglo XXI. Si esto fuese verdad, habría que afirmar también que el mundo vive una crisis de amor, pues sin fe es imposible amar.Cuando no podemos fiarnos del otro tampoco podemos llegar a vivir, en profundidad, lo que significa amar. Porque amar, como creer, es darle al otro o a la otra, al padre o al hijo, nuestro afecto por encima de las pruebas empíricas que podamos tener para estar “químicamente seguros” de la bondad y de la honradez del otro. Vivir buscando siempre, en todos los asuntos y aventuras de la vida, pruebas absolutas de que nadie nos engaña es encerrarse en uno mismo hasta los límites de la locura. Un mínimo de salud mental nos pide vivir, un poco o un mucho, agarrados de la fe la mayor parte de nuestros actos, desde que nos saluda el portero de casa hasta el momento en el que tomamos una pastilla que hemos comprado en la farmacia.Incluso para los que han sufrido la amargura del engaño y la traición, descubrir que los engañadores son pocos o, al menos, no son todos, permite abrir el corazón para empezar a amar. Con todos los riesgos, pero con todas las ventajas que el amor lleva consigo. Es mejor equivocarse porque uno se fía “de más” que equivocarse porque uno “acierta” siempre al no fiarse de nadie... pero falla en lo más importante: en el ser capaz de amar.Creer es fácil porque estamos hechos para amar. Amar es posible porque otros se han fiado de nosotros y vivimos gracias a aquellos de los que nos hemos fiado. Así de sencilla es la ley de la vida humana. Así de fácil es el camino de la felicidad.

¡Vence el mal con el bien!